Por Camilo Rodríguez
Periodista y escritor
Me gusta mucho Estación Atocha, el restaurante que pusieron unos amigos míos en Sabana Norte. Transporta a España. Hay un gusto por los detalles, por las fotografías, por la decoración, con lo cual han creado una atmósfera ibérica exquisita. En la primera planta, me impresionaron los afiches de Sevilla, algunos de ellos originales. Andalucía se despliega a la vista del visitante.
En una pared, un recorte nos avisa lo que piensa María José Guzmán, una de las tres patas de este banco. “En Atocha confluyen todas las rutas de España, por eso estamos aquí, en esta estación, para redescubrir los destinos de ese gran país. Después de casi una década de haber ingresado en contacto con morteros y paelleras, tapas y montaditos, hicimos una parada, para mejorar, para recorrer otros caminos de La Rioja, de la Ribera del Duero, de Andalucía, de Castilla La Mancha, de España toda. Atocha es la primera estación de España en trayectos nacionales. Es el punto de encuentro más emblemático de todos cuantos pasamos por España”. El restaurante es espacioso, y hasta tiene un sitio aparte, selecto, acogedor, como sacado de una casa, apropiado para reuniones privadas. En medio de la humedad de este trópico azul de lluvia, como diría Guadalupe Urbina, pudieron impregnar el espacio con lo seco, amarillo, sedoso de España. Hay un nido de corchos, secos, por supuesto, y unas instalaciones escultóricas como biombos artesanales, artísticos, que recuerdan los pastos rostizados por el sol. En la segunda planta, hay una sala más grande para citas privadas, sobre todo utilizada por parte de empresas.
Arriba, en la zona que asemeja un bar, impresiona una colección de obras del gran pintor cartaginés Fernando Carballo. Las obras nos ven. En ese bar, uno nunca está solo. Quisieran salir de su soledad acompañándola con la nuestra. Parece el bar de una galería, el café de un museo. En el recinto reservado de la segunda planta, hay una bellísima colección de obras pictóricas del escultor Jiménez Deredia, de una colección que patrocinó CREDOMATIC y que le ha permitido sufragar parte de los gastos de su enorme colección expuesta en Roma y que estará para siempre en diversos puntos del continente americano.
También me encantó el balcón, fresco, amplio, que permite una atmósfera más liviana, como para tomar café, como para echarse las grandes conversadas. Con un instrumento moderno y sencillo, que asemeja unas ventanas, uno puede ver para afuera sin que lo estén viendo desde los exteriores. Estación Atocha es un bello ejemplo de emprendimiento empresarial. Todo empezó en Casa Luisa, un restaurante “familiar” en el que combinaron sus talentos la periodista Liliana Mora, de armas tomar; su hija María José Guzmán, y su yerno, Francisco Calabró. Me siento ahí, en nuestra Estación Atocha, como se siente uno en España, como si algo dentro de uno trajera esta información en unos ojos del alma. España toda, fuerte y vital, olorosa, seca, bulliciosa, está aquí. Tal vez pase Don Quijote y entre a tomarse algo a la Estación Atocha. Si anda solo, aquí tiene a este poeta que le sirva de Sancho.